por T. Austin-Sparks
Capítulo 2 - La Naturaleza de la Vida Divina
“Yo he venido para que tengan vida” (Juan 10:10)
Retornemos al Evangelio de Juan, pues hemos visto que este es el Evangelio de la educación espiritual. Los demás evangelios son en gran parte una cuestión de historia, la historia de la vida terrena, obra y enseñanza del Señor Jesús en la tierra; pero el Evangelio de Juan es la vida espiritual y la interpretación de Cristo en persona. ¿Has percibido cómo comienza el Evangelio? Comienza con esas Palabras: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1.4). La parte principal del Evangelio termina con esas palabras: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30-31). (Observe que el capítulo 21 es algo añadido posteriormente; está bien claro que Juan pretendía finalizar con el texto del capítulo 20, y realmente terminó con esas palabras). El Evangelio comienza con: “En él estaba la vida”. Y termina con: “Para que creyendo tengáis vida”. El Evangelio principal incluía veinte capítulos, y mitad de veinte es diez. En el capítulo 10, verso 10, tenemos: “Yo he venido para que tengan vida”. En el principio: “En él estaba la vida”; a la mitad: “Yo he venido para que tengan vida”; al final: “Creyendo tengáis vida”. En esta única palabra “vida” tenemos la respuesta plena a nuestra pregunta: “¿Por qué Jesús vino a este mundo?” Observe dos o tres importantes aspectos:
1. VIDA. Todos las enseñanzas y obras del Señor Jesús se relacionan con esto que Él llamó vida. Toda Su enseñanza y toda Su obra tenían estrecha relación con la vida.
2. POSEER LA VIDA ENCIERRA UN MILAGRO. El segundo aspecto para observar es este: Jesús demostró que poseer esta vida es un milagro, y demostró que es imposible tenerla sin un milagro. Llegar a ser poseído por esta vida es algo sobrenatural.
3. POSEER LA VIDA ES LA BASE DE LA OBRA DE DIOS. Y el tercer aspecto que tenemos que observar es: Está revelado por la Palabra de Dios que poseer esta vida es la base de toda la obra de Dios. Él no puede hacer nada en nosotros hasta que tengamos esta vida. Él tiene que mantenerse distante y decir: “No puedo hacer nada hasta que Yo tenga mi vida en ti”. Su vida en nosotros es la base de toda Su obra.
Así que, ahora vamos a mirar este Evangelio de Juan a fin de instruirnos en esta cuestión de la vida. Observe nuevamente lo que dice en el capítulo 20: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos”. Observe, “ en presencia de sus discípulos”. Juan dijo, en efecto: “Todas esas señales que Jesús hizo, las hizo en presencia de Sus discípulos”. Esto ocurrió así porque era a Sus discípulos a quienes Él estaba enseñando. Ellos eran aquellos que tuvieron que aprender el significado de esas cosas, pues tenían que llevar adelante Su obra. Así podemos entender por qué Jesús nunca obró un milagro a menos que Sus discípulos estuviesen presentes. Si había alguna gran obra para ser realizada, Él miraba alrededor para ver si Sus discípulos estaban allí. Él no estaba haciendo esas cosas sólo para el beneficio de la multitud, aunque esa multitud hubiese tenido algún beneficio, como en el caso de alimentar los cinco mil; sin embargo, esas cosas fueron realizadas para la educación de los discípulos. Jesús era muy cuidadoso a fin de que ellos llegasen a entender el significado de aquello que Él estaba haciendo. Vamos a ver cuán importante es esto.
Realmente espero que, cuando yo usare esta palabra ‘discípulo’, usted no esté pensando en dos mil años atrás. Pienso que la mayoría de las personas aquí, si no todas, son discípulos; es decir, aquellos que están aprendiendo a Cristo. Exactamente como el principal asunto de los discípulos en aquellos días era aprender a Cristo, así es nuestro principal asunto hoy. Lo más importante para los cristianos es aprender a Cristo.
Regresemos una vez más a aquellos dos versos al final del capítulo 20, y quiero que usted subraye tres palabras: En “Hizo además Jesús muchas otras señales”, subraye la palabra “señales”. En “éstas se han escrito para que creáis” subraye la palabra “creáis”. Y en “para que creyendo, tengáis vida en su nombre” subraye la palabra “vida”. Señales, creáis, vida. Todo este Evangelio es resumido en esas tres palabras, y vamos a mirarlas por algunos minutos.
SEÑALES. Primeramente: señales. Toda la enseñanza del Evangelio de Juan está reunido alrededor de siete señales, y fueron siete señales especialmente seleccionadas. Juan dice: “Hay también otras muchas cosas (señales) que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Juan 21:25). Debe haber habido muchas otras señales, aunque Juan seleccionó siete y reunió toda esta cuestión de aprender a Cristo dentro de esas señales. Hay cuatro palabras usadas para “milagros” en el Nuevo Testamento. En algunos lugares los milagros son llamados “‘maravillas”, y que trasmite la idea de algo muy poco común, extraordinario, una cosa maravillosa. En otros lugares son llamados “paradojas”, que, como usted sabe, es una contradicción. Fueron llamados paradojas porque era algo que contradecía el orden natural de las cosas. Aunque la cuarta palabra para milagros es esta que Juan siempre escogía, y es su palabra favorita para milagros. Él siempre los llamaba “señales”, que significaba que esas obras indicaban algo más que ellas mismas. La obra no era apenas algo en sí misma; había un significado detrás de ella. Significaba algo. Había realmente la obra, pero esa obra tenía un significado espiritual, y era una señal de algo más. Esta es la palabra de Juan para “milagro”. Dejemos esto por un momento, y más tarde lo recobraremos nuevamente.
CREER. La segunda palabra: creáis. Esta es la palabra clave para todo el Evangelio de Juan, y ocurre en ese libro noventa y ocho veces. Todo en este Evangelio se reúne alrededor de esta palabra: “Para que creáis”. Pero ¿qué significa la palabra ‘creer’? Esta palabra encierra dos connotaciones, que están en la palabra en sí.
1. Significa un reconocimiento de la verdad, esto es, la reacción que dice: ‘Esto es verdad’, o ‘Él es verdadero’, ‘Yo creo que Él es verdadero’. Pero significa más que esto.
2. La palabra en griego significa: “Creyendo que es verdad, usted se somete a sí mismo a aquella persona que habla”. Juan coloca esto de otra forma en un lugar: “Pero a todos los que le recibieron” (Juan 1:12). Esta es apenas otra manera de decir “Ellos se sometieron a Él”. Creer no es apenas un asunto mental; creer es la sujeción de la vida a la persona en quien usted cree.
Una vez escuché a Billy Graham explicar esto de una manera muy sencilla. Yo estaba sentado en el estrado exactamente detrás de él, y, como usted sabe, él es un hombre muy grande físicamente. Él podía ejercer peso en el estrado donde estuviere. Él dijo: “Ahora, cuando yo llego a este estrado, no me paro en las gradas y digo: ¿Será que este estrado soportará mi peso si me subiere en él? Colapsará este estrado y me derribará? Yo tengo tanta confianza en este estrado, que camino sobre él y me sujeto al mismo. No tengo ninguna duda sobre el estrado. Coloco mi peso total en él”. Él continuó diciendo: “Esto es lo que el Nuevo Testamento quiere decir con creer en el Señor Jesucristo”. Esto es creer... esto es, someterse a sí mismo al Señor Jesús.
VIDA. Ahora nuestra tercera palabra es vida, y esto nos trae al principal objetivo de nuestra consideración. Las señales fueron instrumentos usados por el Señor Jesús; el creer era la reacción de los hombres a las señales, y la vida era el resultado de la reacción de ellos. Ellos se sometían a si mismos y recibían vida. Vamos a mirar esta vida. ¿Qué es la vida? ¿Cuál es su naturaleza, y qué significa? Creo que no sea necesario recordarle a usted que ella es un tipo de vida que ninguno que no posea al Señor Jesús la tiene. La propia palabra que es usada para vida aquí es diferente de las demás palabras usadas para vida. Ella no es una vida animal o humana, sino vida divina, la vida que está solamente en Dios. Es una vida que es diferente de los demás tipos de vida, porque ella tiene una naturaleza diferente en si misma. Cada tipo de vida tiene su propia naturaleza, y la vida divina tiene la naturaleza divina en sí misma. Pedro habla respecto de llegar a ser hechos “participantes de la naturaleza divina” (2 Pe. 1:4), y con esta vida la propia naturaleza de Dios es implantada en nosotros. Es una naturaleza diferente de nuestra propia naturaleza. También estaremos viendo cómo es esto.
Pero recuérdese que “en él estaba la vida” (Juan 1:4). ¿Es Él diferente en naturaleza de los demás hombres? Todo el mundo puede ver que Él es diferente de los demás hombres en Su propia naturaleza, y la diferencia es hecha por la vida que está en Él. Esta vida trajo consigo una nueva y diferente consciencia. ¡Mire al Señor Jesús! ¿Cuál era Su verdadera consciencia? Esto era un tópico sobre el cual Él estaba siempre hablando, y era bastante evidente en su caso. Él dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30); “Yo hago siempre lo que le agrada (al Padre)” (Juan 8:29); “Las obras que yo hago en nombre de mi Padre” (Juan 10:25). ¡Oh, esta palabra ‘Padre’ en el Evangelio de Juan! La consciencia de Jesucristo cada día era la de Su unión con Su Padre, la comunión que existía entre ellos: “Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti” (Juan 17:21). La consciencia del Señor Jesús era de la más íntima unión con Dios como Su Padre, y esto era por causa de la propia vida de Dios que estaba en Él. Su vida era una vida de consciencia de Dios; pero consciencia de Dios en el sentido de la comunión perfecta. Es esto lo que significa tener esta vida. El hombre nunca tuvo esto. Jesús vino a traerla en su propia persona; no para hablar sobre la unión con Dios, sino para vivir una vida de unión con Dios, y para traer a Sus discípulos a la misma unión. “Yo he venido para que tengan vida”; en otras palabras: “Yo he venido para que ellos pudiesen tener la misma consciencia de Dios como Padre que Yo tengo, y para que ellos puedan tener la misma naturaleza divina en ellos del mismo modo como Yo la tengo” (No deidad, sino naturaleza).
Esta vida significa otra cosa. La vida siempre debe crecer. Usted sabe esto muy bien. Sea cual fuere el tipo de vida, si fuere realmente vida, ella debe crecer. Usted sabe esto observándolo en su jardín, y es verdadero en los seres humanos. La ley de la vida es el desarrollo constante. Esto era verdadero en el Señor Jesús. De Él se dice que fue perfeccionado a través de los sufrimiento (cfr. Hebreos 2:10), y esta palabra ‘perfecto’ significa ‘completo’. Él fue hecho completo, de plena madurez, a través de los sufrimientos. “Aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5:8). Jesús estaba creciendo por el poder de esta vida en Él, y, si poseemos esta vida, debemos crecer. Pablo dice: “Para que ya no seamos niños... 15sino que crezcamos en todo” (Ef. 4:14,15). “Hasta que todos lleguemos... a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:13). Así, poseer esta vida realmente significa que debemos estar creciendo, y, si no lo estamos, hay alguna cosa errada en nosotros. Ahora observe esos importantes asuntos: una naturaleza diferente, una consciencia diferente, una relación diferente y un constante crecimiento.
Usted ve cómo esos aspectos están ilustrados en este Evangelio. Nicodemo vino a Jesús de noche. Vamos a pensar en Nicodemo como un hombre perfectamente honesto. Muchos y grandes conceptos se han emitido respecto de él, los cuales no están a su favor, mas creo que él era um hombre sincero. Él vino y llamó a Jesús como ‘maestro’. “Sabemos que has venido de Dios como maestro” (Juan 3:2). ¿Para qué había venido él hasta Jesús? Evidentemente él había ido a conversar sobre el Reino de Dios, porque el Señor Jesús leyó sus pensamientos. Él sabia que Nicodemo estaba interesado en el Reino de Dios, pero Jesús le dijo, en otras palabras (parafraseando): “Tú jamás entrarás en el Reino de Dios a menos que tengas la vida de Dios. Tú y yo ni siquiera podemos conversar sobre el Reino de Dios, porque no tenemos la misma vida. ¿Cómo puedes tú conseguir esta vida? Tú necesitas nacer de nuevo, y, si tú nunca has nacido, tú no estás vivo”. Así, pues, está muy claro que Nicodemo no tenía la naturaleza del Reino de Dios, porque Él no tenía la vida. Para que cualquiera de nosotros entre en el Reino de Dios tiene que recibir la vida de Dios, que es Su propia naturaleza.
Entonces, dijimos que es una consciencia diferente. ¡Cuán bellamente es ilustrado esto por la mujer samaritana! Pobre mujer; ella quería conocer el secreto de la vida. Ella lo había perdido, y había intentado hallarlo, pero nunca lo logró. Ella apenas tenía una pobre existencia. Jesús comenzó a hablarle sobre la vida, y le dijo (parafraseando), en efecto: “El agua que Yo te doy será agua viva en ti, que salta para vida eterna. Cuando tú hayas tenido el agua que Yo poseo, o que está em Mí, y que sólo Yo te puedo dar, entonces hallarás el secreto de la vida”. ¿Qué pasa sobre este asunto de una nueva consciencia? Toda una sección del Evangelio de Juan se ocupa de este tema. De un lado está Jesús solo; de otro lado estaban los líderes judíos. Ellos están en dos mundos diferentes, y no se entienden entre sí –por lo menos los líderes judíos no entendían a Jesús. ¡Cuán diferentes son ellos! Jesús señala con Su dedo hacia el punto de la diferencia. Él les habla de Dios como Su Padre. Él les dice: “Ustedes simplemente no conocen al Padre”. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:44). “Yo vine de arriba. Dios es mi Padre”. Él tenía la consciencia de Dios como Su Padre, y ellos no tenían tal consciencia; y la razón era que no tenían esta vida en ellos.
Entonces, ¿qué decir de esta cuestión del constante desarrollo? Hay una ilustración muy bonita de esto en el Evangelio de Juan, en el capítulo 12, donde Jesús dice: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). La nueva vida que viene en la resurrección significa que esta semilla es multiplicada cien veces. No hay fin para su desarrollo una vez que la resurrección entra en ella. Hay un constante crecimiento por el poder de esta nueva vida, y esta es la ley de la vida.
Caros amigos, todas esas cosas son destinadas a ser verdaderas en usted y en mí, pues que esto es lo que significa tener esta vida. Confío en que aquello que fuimos capaces de hablar haga real esta cosa maravillosa que Jesucristo vino al mundo para darnos. En esta carta Juan dijo: “El que tiene al Hijo tiene la vida” (1 Juan 5:12). Si tenemos al Señor Jesús, entonces tenemos esta vida, y se espera que aquello que esta vida es en todos esos aspectos sea verdad en nosotros. Este es el milagro de la vida eterna. ¡Que eso pueda ser verdad en cada uno de nosotros! Tenemos al Hijo y tenemos la vida; sabemos que tenemos la vida y que, como dijimos, cada vez más abundantemente, significando que la vida tiene siempre que crecer.
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