por T. Austin-Sparks
Capítulo 8 - Preciso es que Él Reine
“Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Corintios 15:25).
En estos mensajes pasados, nuestros ojos han sido vueltos a ese trono que fue visto por Ezequiel a través de los cielos abiertos, con “una semejanza que parecía de Hombre sentado sobre él”. Y nosotros hemos visto, yo confío, que todo lo que le sigue es solamente la expresión y manifestación de ese trono –de la absoluta exaltación del Señor Jesús sobre todas las cosas.
Ahora, cuando Pablo escribió estas palabras que nosotros hemos citado arriba, él no estaba pensando en algún tiempo futuro cuando Cristo reine y ponga a todos Sus enemigos bajo Sus pies. Él no estaba pensando de Jesús esperando por un tiempo por venir, cuando algo sería hecho que pudiera ponerlo en esa posición y llevara a cabo ese resultado. Cada vez que Pablo –o, en ese caso, cualquiera de los apóstoles– se refiere a la exaltación y señorío de Cristo, él y los demás siempre vieron esto y hablaron de esto como algo presente. Mientras miraban al futuro, y veían algo más de su trabajo exterior, en su principio y en su actualidad no era para ellos una cosa futura. Para ellos era un ahora. Y cuando Pablo dijo, “preciso es que él reine”, estaba significando que “Él está reinando, y preciso es que continúe reinando hasta que haya puesto a todos Sus enemigos bajo Sus pies”.
Esto es algo que tiene que ser recuperado en nuestras conciencias y en nuestras convicciones. Esto es la cosa que necesita ser restaurada en su lugar en la vida de la iglesia y en nuestras conciencias continuamente. Para un muy largo alcance, mientras que la iglesia se va adhiriendo a la doctrina de la exaltación de Cristo, Su reinado y Su señorío, la realidad, el poder y la conciencia de esto ha estado perdido por un largo tiempo. La Iglesia, al principio vivió en la conciencia y el poder del hecho –como lo fue para ellos– de que Jesús estaba en el trono; sin ninguna duda, sin ningún cuestionamiento, Él estaba en el trono. Él era Señor de todo; Pedro lo afirmó: “Éste es Señor de todos” (Hechos 10:36). Pablo dijo: “(Dios) resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío” (Efesios 1:20,21). Era algo que ya estaba hecho. Este era su punto de vista en este asunto; esta era su convicción. Aquella era su conciencia. Fue esto tan poderoso con ellos, que hasta afectó cada aspecto de sus vidas.
Y hasta que esto sea verdadero en la vida y realización de la iglesia en nuestro tiempo así como fue al principio, no van a ser encontrados los mismos resultados y efectos en la Iglesia, o por medio de la Iglesia, hoy en día. Si el poderoso impacto y registro de Cristo en aquel tiempo fue algo incomparablemente más grande que el estado deplorable de la iglesia hoy, es debido a esta única cosa. Si deseas trazar el secreto de su poder, de su influencia, de su progreso, de su continua marcha hacia adelante –pues a pesar de un mundo de terrible hostilidad, persecución, martirios y cualquier otra clase de adversidad, ellos marcharon hacia adelante “imponente como ejércitos en orden”, y fueron descritos como el pueblo “que trastornan el mundo entero” (Hechos 17:6)–, si deseas descubrir el secreto, lo vas a encontrar aquí: “es preciso que él reine, hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.” Él está reinando.
Hemos dicho que, para los apóstoles, el reino de Cristo ya había comenzado. Fue obtenido en su tiempo. ¿Cómo llegaron a esta convicción, a este conocimiento? Nosotros mantendremos, para nuestro propósito, al hombre cuyas palabras hemos extraído, el hombre Pablo. El conocimiento que Pablo tenía de Cristo reinante salió de su experiencia personal de ese hecho. Él había tenido un encuentro en su vida con el Señor reinante y glorificado, y el Señor del Cielo había tenido un encuentro con él. Esto había llegado a ser algo en su propia experiencia, historia y vida personal. Era algo muy personal. Eso es lo que tenía que ser. Mientras no llegue a ser esto, puede convertirse en algo muy teórico. Tenía que ser personal y experimental. Y fue así con Pablo. En ese encuentro, en el camino a Damasco, dos palabras muy personales fueron usadas, y yo pienso que todo está centrado en este hecho.
DOS PALABRAS PERSONALES
Primeramente, Pablo fue llamado por su propio nombre personal: “¡Saulo, Saulo!” Su propio nombre fue llamado y reiterado. Él está siendo clavado a esto personalmente. Él no puede salirse con la suya. A él no se le da la oportunidad de equivocarse acerca de lo que ha escuchado. Ha sido dirigida al hombre en su propio nombre personal. A él no lo están confundiendo entre la muchedumbre. No fue que lo encontraron en una enseñanza. La cosa ha venido directamente a él como hombre, como un individuo –“¡Saulo, Saulo!”
Yo no estoy sugiriendo que todos hayamos de tener la misma forma de encuentro. Pero, todos hemos de tener la misma crisis; es decir, todos hemos de tener, y podemos tener, un punto en nuestras vidas cuando nos encontremos cara a cara con el absoluto señorío de Jesucristo; y ahí está la crisis sobre la cual todo nuestro futuro cambia de dirección. Es una cosa tremenda el enfrentarnos cara a cara con el señorío de Cristo. Es una cosa mucho más grande que el enfrentarnos cara a cara con Su salvación. Hay muchas personas que han sido salvadas por el Salvador, y le honran como su Salvador, pero cuyas vidas carecen seriamente del poder de Su señorío. Esta es una declaración–lo dejamos así.
La otra palabra muy personal a Saulo fue la que le vino cuando él le pregunto: “¿Quién eres tú, Señor?” La respuesta vino: “Yo soy Jesús ”; y, en el caso de que Saulo hubiese buscado evasivas, tratando de evadir, soslayando este asunto, diciendo, “Sí, pero nuestro país está lleno de hombres con este nombre. ¿A qué Jesús te refieres tú?”
–El Señor lo salvaguardó añadiendo: “ Aquel a quien tú persigues”–. “Aquel Jesús que tú persigues”. ¡Este es aquel! Y Saulo supo quién era Aquel, de seguro. Él no tenía sino un solo Jesús en todos sus pensamientos y en todos sus planes, y él estaba decidido a borrar y remover a aquel Jesús de la memoria del mundo. Él estaba decidido a erradicar toda huella de este Jesús. “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.
Tú ves cuán personal el Señor hizo de este asunto. Él lo trajo directamente a casa, primeramente al hombre mismo, y después al verdadero propósito de su vida –elverdadero objeto al cual él había dedicado toda su fortaleza mental y corporal, para su destrucción: “Yo soy Jesús”.
Algo así es realmente necesario en nosotros, si es que debe repetirse la experiencia en la iglesia y en nosotros, de los efectos producidos después en la vida de Pablo. Ahí debe llegar el punto donde, en lugar de ser solamente uno más de entre la multitud, personal e individualmente, venimos bajo Su absoluto dominio y señorío personal. Nuestra vida entera –todas nuestras ambiciones, todos nuestras empresas, todas nuestras obligaciones– son traídas ahora bajo Su señorío. Es una cosa tremenda, pero la gloria de aquel trono espera sobre la aceptación de Su gobierno, Su señorío.
LA BIBLIA TRANSFIGURADA DE PABLO
De esa crisis, de ese encuentro, esa visión, este “ver” –ese cambio, lo llamaremos así–, adquirió su importancia todo lo demás en la vida del apóstol Pablo. Desde ese momento todo fue transfigurado, transformado, visto enteramente bajo una nueva perspectiva, en la luz de Jesús como en el trono. Después de esto, Pablo fue a Damasco por un corto tiempo y luego se fue hacia Arabia; y él se fue allí con su Biblia, estoy completamente seguro. Allí están todas las evidencias de esto. Y gastó un largo tiempo ahí, con la Biblia en una mano, y Jesús en el trono, diríamos, en la otra mano. Si usted quiere conocer su Biblia, esta es la manera, esta es la llave, esta es la puerta – Jesús en el trono y la Biblia. Y Pablo obtuvo una nueva Biblia, ¡la Biblia transfigurada! Él vio su Biblia, su Antiguo Testamento, con el cual estaba tan familiarizado, en una nueva y viviente luz, por intermedio de esa grandiosa verdad –¡Jesús está en el trono!
Y así cuando él empezó a volver sobre la Biblia que tenía, él vio esto inherentemente en todas partes. “¡Sí, sí, esto es lo que está aquí!” Él vio que la Biblia en realidad era el libro de una sola cosa –la intención de Dios de tener un Hombre y Su clase en dominio, reinando en gloria. Este asunto de la gloria de un Hombre en el Cielo interpreta todo, lo explica todo.
Después de todo, cuando usted se pone a pensar en esto, esto abre la Biblia. ¿Por qué estas condiciones tan horribles que nosotros vemos? Porque todo eso es contrario a lo que Dios proyecta, a lo que manifiesta. Nosotros miramos al mundo y vemos todas esas condiciones atroces en las naciones, y alrededor nuestro en nuestro propio país –las condiciones atroces de sufrimiento, de miseria, de maldad–, y podemos sentirnos inclinados a hacer la pregunta del incrédulo, del cínico: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué Dios permite esto? La respuesta está aquí: Dios permite aquello que es contrario a Él para gritarle a los hombres que esto es contrario –Él nunca quiso decir que fuese así. Cuando algo anda mal, Dios no se contenta con dejarlo pasar, suavizándolo por encima, dejándolo pasar como si no importara.
Él deja que el hombre grite su propio crimen y su propia tragedia. El mundo está gritando con su propia tragedia, y es la tragedia de haber perdido el propósito de Dios. Interpreta tú esto al mundo y tendrás una manera efectiva de traer el Evangelio.
Pero la Biblia tomó vida para Pablo, y es algo increíble cómo, desde ese momento, conforme él llevaba su Biblia a todas partes, la única cosa que él está predicando es: “¡Jesús es Señor; Jesucristo es Señor!” El Señor exaltado, el Cristo exaltado, el Cristo glorificado, este era su tema, y Pablo predicó desde la Biblia. Esto había en su Biblia para él. Fue responsable por eso, y fue la razón de toda su misión y trabajo. ¿Cuál fue el gran negocio que le fue encomendado? ¿Qué fue lo que lo constituyó a él en un apóstol? Bueno, su misión y su obra estuvo apasionada, motivada y controlada por sólo una cosa –la absoluta gloria del Señor Jesús; que Jesús venga a Su debido lugar en este mundo y en los corazones humanos.
Ese fue el único motivo, el único objetivo, la única cosa dominante en toda su obra y en toda su misión. No fue esto ni aquello, o un sinnúmero de otras cosas; fue una pasión central, pero todo inclusiva –Jesús como Señor, para ser eso en las vidas humanas. Su obra y su misión, fueron ambas transfiguradas y controladas por esto que había venido a su experiencia.
Sus sufrimientos y su perseverancia fueron posibles por esta visión. Algunas veces él tiene por breves sus sufrimientos. Si alguna vez un hombre sufrió, yo pienso que éste hombre sufrió. Yo no sé si es que allí hubo muchas maneras en las cuales él no sufriera. Él sufrió grandemente, muchos y pesados sufrimientos. ¡Pero escuchen!
“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:17,18).
Yentre aquellas “cosas que no se ven”, en supremacía y sobre todas ellas, estaba el exaltado Uno en la gloria, “quien”, dice su compañero el apóstol Pedro, “a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1:8). Pero el punto es, ¿cómo es que él pudo soportar y sufrir triunfantemente? Esto fue sólo debido a esta básica y central conciencia –la profunda, fuerte convicción de que Jesús estaba en el trono.
EL ENTENDIMIENTO DE PABLO ACERCA DE LA IGLESIA, Y SU INTERÉS POR LAS IGLESIAS
Yo creo que esto también fue la clave para el entendimiento de Pablo acerca de la Iglesia. Pablo, quizás como ningún otro, tenía una gran comprensión y entendimiento de la Iglesia “de eternidad a eternidad”. Él retrocede directamente a los divinos consejos “antes de que el mundo fuese”, y lo ve ahí en el corazón y en el pensamiento de Dios. Él viene derecho y lo ve en la gran consumación de los siglos por todas las edades. Pablo tiene una gran comprensión de la Iglesia. Pero de todas las cosas que él dice –las cosas más altas, las cosas más plenas–, la más completa expresión del significado y vocación de la Iglesia está contenido y resumido en esta incomparable frase: “20Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros (la Iglesia), 21a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen” (Efesios 3:20,21). “Gloria en la Iglesia”. ¿Qué gloria? ¡La gloria del Cristo glorificado! Yo podría demorarme más en el asunto de la Iglesia y su eterna vocación y elección, para ser el vaso de la gloria de Cristo. Juan lo vio al fin, en característico simbolismo, en términos de la Ciudad –cuyo fin es simplemente la expresión de la gloria de Cristo. Es para esto que la Iglesia fue elegida; es para lo cual que la Iglesia es llamada –para ser el vaso, el asiento de esta autoridad, este gobierno y esta gloria. Cristo en gloria le dio a Pablo el norte como para la Iglesia, y una siempre creciente explicación de su significado.
Esta misma cosa justifica su preocupación por las iglesias. Nadie pondrá en duda que Pablo tenía una tremenda preocupación por las iglesias. Dice que él sufrió dolor por ellas; lloró día y noche por ellas; anheló y añoró sobre ellas, consumido él por ellas. ¿Pero por qué? ¿Cuál era el motivo? ¿Qué incitó todo eso? ¡Ah, fue la gloria de su Señor Jesús! Las iglesias existían para la gloria de Cristo. Él lo dijo así. Era sólo para esta única cosa –la gloria de Cristo. Y si hubiere alguna desviación, si hubiere algo que no estuviere correcto en la Iglesia, o en las iglesias, si algo pudiere ser hecho para ayudarles, todo era motivado por esta cosa única, que el Señor Jesús fuese glorifi- cado en todas las cosas.
Y si pasamos al final de todo esto, y miramos en los escritos de Pablo acerca del Señor viniendo de nuevo, ¿qué es lo más sobresaliente con respecto a esa venida? ¿Acaso el fin de sus problemas? ¿Es solamente su propia alegría y placer en llegar al cielo? Oh no, es el reino de su Señor –el hecho que su Señor está viniendo a los Suyos, está viniendo a Su reino, viniendo a Sus derechos, viniendo al lugar que Él debe tener, para que universalmente le sea cedido ese lugar. Esa es la gran cosa, la única cosa que da nacimiento y levantamiento a todo. “El debe reinar”.
CRISTO ESTÁ ACTIVAMENTE REINANDO AHORA
Y Él reina. Cristo está reinando. Cristo está activo. En varias ocasiones de Él se ha hablado de cómo, en Su ascensión “se sentó” en el cielo. Él “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3). Él “se sentó”. Pero si tú te das cuenta, toda vez que se dice que Él “se sentó”, está invariablemente relacionado con la terminación de Su obra redentiva. Eso está hecho. Por otra parte, Él está en pie. No hay ninguna contradicción. Es sólo una implicación de un significado diferente. Esteban le vio – “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”. (Hechos 7:56). De Él se habla como de estar en pie. Cuando se trata de la obra de la redención, ésta está concluida. No hay nada más que hacer –Él se puede sentar. Cuando es un asunto del trabajar de aquella redención aquí en este mundo, Él está sobre sus pies. Cuando hay un desafío a lo que Él ha hecho, Él se levanta. Esteban está en la presencia de aquel desafío, y el Señor exaltado está de pie, por causa de Su testimonio. Él está activo; ese es el punto. Él no está sólo pasivamente sentado, esperando hasta que Sus enemigos sean puestos bajo Él: ¡Él los está poniendo debajo! Él se pone de pie para resolver esto.
Ahora, la actividad del Señor reinante se ve en varias maneras, sólo para ser mencionadas. En primer lugar, Él está “para tomar de ellos pueblo para su nombre” (Hechos 15:14). La gran ilustración en el Antiguo Testamento, por supuesto, es la de Israel en Egipto. El tomar fuera a un pueblo para Su Nombre es un asunto tremendo – ¡usted no puede hacer esto sentado! Él le dio espacio al príncipe de este mundo, agotó todo su poder y todos sus recursos y toda su resistencia, y los sacó. No nos queda ninguna duda de que esta situación en el Antiguo Testamento fue una demostración del supremo poder de Dios. Hay allí sólo una demostración que excede a ésta, y está en el Nuevo Testamento. “19Y cuál la supereminente grandeza de su poder, según la operación del poder de su fuerza, 20la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales”. ¡Esta es la supereminente grandeza de poder! Pero fue una cosa tremenda el sacar a Israel fuera de Egipto como un pueblo para Su Nombre.
Y no es una cosa menos el sacar a este pueblo fuera de las naciones para Su Nombre. El príncipe de este mundo resiste y desafía en cada punto, en cada manera. Ninguna alma va a ser soltada de esa esclavitud y ese reino sin que medie una lucha. Muy a menudo se hace parecer demasiado fácil; las personas son puestas en una posición falsa por ser esto hecho demasiado fácil. Si lo hubiéramos sabido, nos hubiéramos plantado ante el trono por las almas, para sacarlas. Tal vez tú tengas alguna experiencia de aquellas partes de la tierra donde el príncipe de este mundo tiene un terrible dominio, un poder muy terrible, bajo sus órdenes; y tú sabes algo de lo que significa el sacar solamente una alma fuera de aquello. ¡El sufrimiento, el arduo trabajo, la angustia, el alto costo que toma el sacar una alma fuera de una nación para Su Nombre! Necesitas el trono, el trono poderoso. Pero, a pesar de todo eso, Él lo está haciendo. El punto es que hay mucha semejanza con el Faraón y Egipto –pero aun más grande que eso– establecido contra esto; y sin embargo Él sigue haciéndolo.
La segunda cosa que Él está haciendo es constituyendo la vida de ese pueblo sobre principios celestiales. Deseamos que Él tenga más alcance libre, y más. Pero Él lo está haciendo. Eso es, Él está inculcando la vida y leyes del Cielo dentro de este pueblo. Y otra vez la ilustración es Israel en Sinaí, y en el desierto. Allí fueron dadas las leyes celestiales, y se constituyeron según los principios celestiales. Ellos fueron examina- dos, probados, probados de acuerdo con las leyes del Cielo. Su pan de cada día tenía que venir desde el Cielo; tenían que vivir del Cielo, vivir del Cielo; sus vidas tenían que ser, de hecho, una vida celestial. No había nada ahí para constituirles como pueblo de Dios. Ellos tenían que ser constituidos sobre una base celestial. Y esto es lo que el Señor resucitado está buscando hacer con Su pueblo. Si nosotros sólo pudiéramos entender, de nuevo, nuestras experiencias, veríamos que esta es la explicación e interpretación. Él está buscando reconstituirnos sobre una base celestial de vida. Él está tratando de hacerlo energéticamente. Por causa de que no hemos entendido lo que Él está haciendo, somos muy lentos en el cambio. Reconozcamos el hecho y tomémoslo a pecho.
La tercera cosa que Él esta haciendo es poniendo todos Sus enemigos bajo Sus pies. Y eso nos toma con Israel a través del Jordán hacia la Tierra. Vean allí cómo aquellas naciones fueron puestas bajo los pies de Josué a través del pueblo. La contraparte que corresponde a esto ahora es que por medio de Su Iglesia es que el Señor Jesús está trayendo Sus enemigos bajo Sus pies. ¡Oh que fuéramos más eficientes en esto! ¡Oh que fuera más verdadero de parte nuestra, que nosotros, como el pueblo, estuviésemos poniendo a los enemigos de nuestro Josué bajo Sus pies! Eso es un desafío; es una verdad. Pero Él lo está haciendo, poniendo a Sus enemigos bajo Sus pies, y lo está haciendo por medio de Su Iglesia –tan imperfectamente y con tales limitaciones, pero esa es Su manera. El viejo William Gurnall, el escritor de El Cristiano en Armadura Completa (1655), hablando de la cabeza de la serpiente siendo puesta bajo el talón del Señor, nos muestra al Señor diciendo a Su iglesia: “¡Yo lo he puesto bajo Mi talón, ven tú y pon tu talón sobre él!” Debemos cooperar con el Señor Jesús en este asunto.
Mira cómo lo ha hecho Él a través de los siglos. ¡Es una historia tremenda! La muy larga naturaleza de esto, la extensión de esto sobre el tiempo, podría robarle algo de su fuerza en nuestras conciencias. Pero si tú pudieras ponerlo todo junto, la historia de cómo Él lo ha hecho durante los siglos, ¡qué historia sería!
Israel se jactó él mismo contra Él y Su señorío –¿donde está Israel? ¿Puede alzar Israel su cabeza? Por todos estos siglos ha sido herido, incapaz de levantarse él mismo, impotente, paralizado; él mismo se jactó contra el trono del Cristo exaltado. Roma entró en batalla para tratar esta cosa, y hubo un César, con todo su poderoso imperio y recursos, determinado a destruir aquel Nombre y aquel poder. ¿Dónde está César? ¿Dónde está Roma y todo su poderoso dominio? Ha bajado al polvo en vergüenza, y no ha podido levantarse de nuevo. Así podríamos continuar. En el curso de nuestra propia vida, muchos de nosotros hemos visto a hombres que han prometido dominación al mundo, pero el Cielo dice: ¡Esto está reservado sólo para Uno! ¿Y qué es lo que ha ocurrido? Hombre tras hombre han terminado su carrera en ignominia, y peor que eso, han hecho espacio para el lugar del Hijo de Dios, para el trono, hasta esta misma fecha. Y acontecerá lo mismo con el resto de ellos. Le está reservado a Él. “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”. Y Él lo hará.
¿Cómo lo puso Ezequiel? En el medio de sus profecías, en el mismo centro del libro, con Israel en cautividad; la cautividad misma; el poderoso imperio de Babilonia y todos los poderes de este mundo enfrascados, agarrando, buscando este lugar de absoluta supremacía –Ezequiel clama, como de parte de Dios: “A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré” (Ezequiel 21:25).
“Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”. Que esto transfigure el camino para nosotros.
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