por T. Austin-Sparks
"El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios" (Lucas 1:35).
"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Juan 1:12,13).
"Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Juan 3:6).
"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33).
"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Juan 3:1,2).
"Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo" (1 Juan 5:4).
Poniendo todas estas Escrituras juntas, acerca del nacimiento del Señor Jesús y aquellas acerca del nacimiento de los creyentes, yo no estoy errado al encontrar una gran diferencia. Uno siempre tiene que salvaguardar este asunto de la Persona del Señor Jesús. Él fue el Dios verdadero de Dios verdadero; "Dios fue manifestado en carne"; "Emanuel, Dios con nosotros”. En esto Él permanece solitario, único; no hay otro como Él. Su nacimiento fue diferente, hasta de aquel nacimiento de cada hijo de Dios: fue diferente en su género; fue diferente en su grado.
LA CORRESPONDENCIA ENTRE EL NACIMIENTO DE CRISTO Y EL NUESTRO
Aun así, hay factores en Su propio nacimiento que constituyen la naturaleza del nacimiento de cada creyente. Aparte de Su Divinidad –dejando de lado la Deidad con Él– hay algo todavía en estos pasajes acerca del nuevo nacimiento de los creyentes, que corresponde a Su nacimiento. Es a uno de estos aspectos al que le vamos a prestar atención ahora. Respecto de que Él es único, confío en que tú no vayas a confundir los dos, en cualquier incidencia.
Al mismo tiempo, y por otro lado, confío que tú podrás reconocer lo que Juan dijo, aquello que es verdad en Él, en su propio reino, y según su genero, es también cierto en nosotros (1 Juan 2:8).
Y, en este asunto del nacimiento y de la nueva vida de los hijos de Dios, nosotros podremos comprender mejor, si reconocemos algunos aspectos en el nacimiento del Señor Jesús. Porque Su nacimiento nos da, conforme lo he dicho, todos los factores que van a formar a un verdadero hijo de Dios.
EL NUEVO NACIMIENTO, UNA INTERVENCIÓN DIVINA
La primera cosa, que es totalmente evidente, es que el nacimiento del Señor Jesús fue una intervenci6n divina en la vida humana; y esto es cierto respecto del nuevo nacimiento de cada creyente; no es nada menos que la intervención divina en la vida humana. Nosotros no nos detenemos en los mínimos detalles del nacimiento de Cristo, pero está perfectamente claro en esta forma, que desde el cielo vino un visitante celestial, haciendo un anuncio; y del mismo cielo, el Espíritu Santo vino hacia dentro de la vida humana e intervino, e hizo algo –algo que deberíamos ver, confío, en un minuto. El punto es que aquí hubo una irrupción del cielo en la vida humana.
Tal vez te preguntas por qué esto tiene que ser acentuado, y darle tanto énfasis. Pero déjanos ser bien claros al decir que esto no es lo que ampliamente se concibe y enseña acerca del nuevo nacimiento. Incluso con las mejores intenciones, el nuevo nacimiento es a menudo colocado en la parte del hombre, -que es lo que el hombre hace. El hombre tiene que hacer algo, –ya sea levantar su mano, o hacer una declara- ción, o firmar algún documento, o tomar una decisión, o hacer una profesión, aceptar ciertas cosas que han sido dichas, y cosas semejantes. Tal vez estas cosas se proponen para abrir el camino para Dios; pero, incluso si nosotros permitimos esto, las personas son generalmente dejadas con la idea de que es algo que ellos han hecho. Ellos han aceptado a Cristo; ellos han aceptado el cristianismo; ellos han hecho un gesto; ellos han hecho algo; ellos se han convertido en cristianos por lo que ellos han hecho, por su propia acción.
NACIDO NO POR LA VOLUNTAD DEL HOMBRE SINO DE DIOS
Ahora, siendo completamente generoso y no del todo crítico, es muy importante el reconocer que el nuevo nacimiento nunca se lleva a cabo por algo que nosotros hayamos hecho. Nunca es realmente consumado por algún hecho de nuestra propia voluntad, o de nuestro propio deseo, o de nuestro propio pensamiento –nunca lo es. "Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón (el hombre, el cual es el sujeto de este punto, o el otro hombre, el que busca el realizarlo) sino de Dios" (Juan 1:13). Si Dios no interviene en la vida y en la historia humana, irrumpiendo, como fue, desde el cielo, si el Espíritu Santo no nos cubre, y Él mismo produce una nueva vida, aquello no es un nuevo nacimiento; hay algo que le hace falta.
Tal vez tú estarás pensando, el por qué de este mensaje. Te diré el por qué. Con una gran preocupaci6n –y preocupación es una palabra débil–, en la medida en que uno va por el mundo en contacto con cristianos y con la cristiandad, lo único que es gravado en nuestro corazón, arrolladoramente, algunas veces casi al punto de desesperación, es la necesidad de que aquellos que llevan el nombre de "cristianos" conozcan la verdadera naturaleza de lo que significa ser hijo de Dios. Parece, por lo menos muchos de ellos, haber tomado algo de afuera, por su propia voluntad, elección y acto, y sí, muchos no tienen realmente la más mínima idea de lo que significa ser "nacido" del cielo. Y en todo el trabajo necesario para la recuperación, en cada porción del propósito divino en este tiempo, esta es una de las necesidades –la restauración del verdadero significado del nuevo nacimiento, lo que es ser nacido de lo alto, el ser hijo de Dios.
LA PRUEBA VENIDERA DE NUESTRA POSICIÓN
Algunas veces me he preguntado –tal vez equivocadamente– si es que el enemigo no está satisfecho de poner innumerables multitudes de personas en una falsa posición cristiana, porque él sabe que el día viene cuando los vientos se los llevarán lejos; y el hecho de que un cristiano abandone la fe, es un tremendo reproche hacia el Señor más que cualquier otra cosa. Oh, cómo tenemos que asegurar nuestras raíces; cómo necesitamos estar arraigados en la verdad, y en la verdad de nuestra verdadera naturaleza como hijos de Dios. Es por esto que hemos abordado este mensaje. El día viene cuando nuestros principios cristianos van a ser profunda y terriblemente probados. Va a haber ahí una tremenda sacudida. El profeta Ezequiel está bien al día. Yo creo que estas palabras tal vez se llevarán a cabo en un futuro no muy distante, de cuando Ezequiel las pronunció: "A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no sera más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho..." (Ez. 21:27). Vendrá un gran transtorno sobre lo que no es verdadero, sobre lo que es falso. Y este juicio debe empezar por la Casa de Dios. Así es que tú debes comprender el presente énfasis.
Nosotros empezamos aquí. Así como fue con Jesucristo, así también será con cada hijo de Dios: ellos deben, desde el mismo principio de su vida cristiana, ser el resultado de la intervención divina en la historia humana, en su propia historia humana, en su vida humana. Pero este es el gran factor básico. Gracias a Dios que hay muchos que entienden esto, y saben lo que significa.
Ellos pueden decir: "Dios intervino en mi vida; Dios irrumpió en mi vida; Dios salió, tal como fue, del cielo, para entrar en mi vida". Si tenemos la experiencia, conocemos la verdad; pero algunas veces es útil el tenerla definida. Esto es así: cuando tú y yo fuimos salvos, Dios irrumpió del cielo; nada menos que eso. Fue como si Dios mismo hubiera venido desde Su cielo para entrar en una vida humana; irrumpió en el mundo, e interrumpió el curso de su historia. Las cosas nunca podrían ser las mismas después de aquello.
NO SOLAMENTE NUEVO SINO DIFERENTE
Esto está perfectamente claro, ¿no es así en el caso del Señor Jesús? Un ángel indicó esta intervenci6n del Espíritu Santo desde el cielo –y no es nada menos que eso en principio y en hecho con cada nuevo nacimiento. Pero la siguiente cosa que está clara en el caso del Señor Jesús es que este fue algo diferente; no fue solamente algo nuevo que no había ocurrido antes, sino que fue algo diferente. Este nacimiento es diferente de todos los otros nacimientos.
No podemos permanecer demasiado en los detalles de este recuento, pero esto es lo que se resume. El ángel lo hizo perfectamente claro, y María lo supo; ese fue su problema, su perplejidad, su sorpresa. ¿Cómo? ¿Cómo? Esta fue la perplejidad de Nicodemo, su gran pregunta. ¿Cómo? Esto contiene un profundo misterio que constituye una grandiosa, poderosa diferencia. Esta no es una cosa común; esta no es una cosa usual; esto no lo puedes encontrar, excepto aquí; es diferente.
Y lo que resulta de esta intervención, contiene esta fundamental diferencia en su misma constitución. Oh, que todos aquellos que llevan el nombre de cristianos, y reclaman ser hijos de Dios, estuvieran llenos de vida respecto a esto. Yo pienso que aquí es donde yace la debilidad en tantos, y el ser recordados, el retarnos una vez más, no nos hará daño, aunque lo sabemos muy bien el estar recordándolo, encarándolo de nuevo. Es algo que necesitamos mantener en nuestra conciencia constantemente. Nuestro nuevo nacimiento es diferente de todos los otros nacimientos; y por el nuevo nacimiento somos hechos fundamental y constitucionalmente diferentes de todos los otros seres. Tú lo sabes tal vez en alguna medida de experiencia.
El nacimiento del Señor fue obviamente un diferente tipo de nacimiento. No fue en la usual manera natural; la naturaleza no tuvo nada que ver con esto, el propósito del hombre, su opción o su decisión, no tuvo nada que ver con esto. Y "el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios". ¿Puedes tú encontrar esto en la naturaleza en alguna parte? Es de una clase diferente, y un diferente orden de seres, lo cual es en su misma esencia algo santo. Este es el contraste con cualquiera otra criatura y con cualquier otro nacimiento. El salmista clama: "En maldad he sido formado. Y en pecado me concibió mi madre". Y esto es cierto de todos nosotros.
EL NUEVO NACIMIENTO NOS TRAE A UN REINO CELESTIAL
Ahora, cuando digo que este principio es importante en cada nuevo nacimiento, es requerida una explicación. Nosotros sabemos muy bien que no son nuestros cuerpos los que son nacidos de nuevo; por lo tanto ellos no son santos. Nosotros sabemos que no son nuestras almas las que nacen de nuevo. Si nuestras almas son nuestros pensamientos –nuestros poderes de razonamiento, nuestras emociones, y nuestro poder de elegir– bueno, no son diferentes. Este es el problema de toda nuestra vida cristiana, que nosotros todavía tenemos mucho que no es santo en nosotros, en mente, corazón y voluntad. Este es el ámbito de nuestros conflictos, nuestras batallas, nuestras tristezas. Desde luego, algo, en algún lugar, ha acontecido, algo ha venido, que desde luego no pertenece a este reino, esto pertenece a otro reino, el de los cielos; y esto, que es nacido de Dios, es santo. ¿Conoces esto? A pesar de que nunca se te ha sido explicado o definido, tú lo conoces por experiencia. Tú sabes que hay algo en ti que se revela contra el pecado y todo lo que no es santificado. Tú sabes que una de las grandes bendiciones de tu vida, es un gran poder interno de reacción cuando las cosas no son correctas ni buenas. Conforme vamos hacia adelante, llegamos a ser más y más sensibles al mal, al pecado de este mundo. Nuestro peligro tal vez sea el aceptar su presencia; tener que aceptarlo sólo porque está allí.
Muchos años atrás, viajaba en tren con una hermana en el Señor, ya de edad. Nosotros estábamos en el coche-comedor y una muchacha entró y se sentó en la mesa contigua, sacó un cigarrillo y lo encendió. Desde luego, esto es aceptable ahora; pero para mi compañera esto era nuevo; una mirada de consternación le vino a su rostro; ¡sus ojos casi fuera de sus órbitas! Me miró a mí, y les puedo decir que tuve una gran dificultad en detenerla para que no fuese hacia la joven a rogarle que apagara el cigarrillo y dejara de fumar. Tal vez ustedes piensen que hice mal en detenerla. Pero siendo un poquito más hombre de mundo, sabía que esto era común. Pero para ella fue un golpe profundo. Ahora, estamos en un mundo así. Tal vez la mayor parte de la sorpresa se ha ido; pero sin embargo es cierto que cada hijo de Dios, tiene este sentimiento hacia su alrededor –algo de una tremenda reacción interna, una reacción al pecado, al mal, a todo aquello que no es santo. ¡Qué salvaguarda es esta! ¡Qué regalo de Dios es el poseer esto! Que Dios nunca permita que perdamos en este aspecto nuestra sensibilidad, o que cesemos de ser movidos por la pecaminosidad del pecado.
LA NECESIDAD DE LA SENSIBILIDAD HACIA ESTA DIFERENCIA
Tened cuidado, gente joven, que vosotros no desafiléis el filo de vuestro nuevo nacimiento, acomodándoos a las maneras de este mundo, sus formas, sus costumbres, sus aceptaciones, y tomándolo todo como algo inevitable. Pídele al Espíritu Santo, que te mantenga muy sensible al pecado, muy sensible al mal; que mantenga con vida esta diferencia, la cual es tu primogenitura, una parte de tu propio nacimiento. Si tú eres un verdadero hijo de Dios, entonces conoces algo acerca de la diferencia, cuando sales al mundo, no solamente en el asunto de pecado, sino en toda clase de cosas. Tú eres diferente; algo te ha sucedido. Y si no te ha sucedido, es tiempo que te pongas a contemplar este asunto, para que sepas si realmente eres un hijo de Dios.
En cualquier momento, esta diferencia ha debido de haber sido bien clara para ti, cosa que así tú lo sepas; no sólo porque te lo han dicho, ni porque tus padres son cristianos y no les gusta que ustedes hagan ciertas cosas, y ustedes tienen una forma de conciencia que es la de sus padres en realidad, y no la suya propia; pero en tu propio corazón, en ti mismo, tú tienes esta conciencia de ser diferente, fundamentalmente diferente, de aquellos que no son del Señor. Si esto no es verdadero en alguna crisis de tu vida –porque no todos tenemos un quebrantamiento violento como en el caso de Pablo–, no obstante, debemos concluir que en algún momento llegaremos a este sentido: "Yo soy hijo de Dios; yo soy diferente; algo me ha sucedido; una gran diferencia se ha llevado a cabo en lo más profundo; yo no soy el mismo; y no soy como los que no son hijos de Dios.
No solamente esto, sino que es la naturaleza del crecimiento espiritual aquella diferencia que llega a ser más y más acentuada. Esta es la cosa que nos hace sentir que este mundo es más y más "una tierra extraña" para nosotros; no es nuestro hogar, no es nuestro lugar, y por el contrario, hace a “nuestro hogar nativo” más y más nuestra, hace al cielo verdaderamente nuestro hogar. Ahora, dónde está el cielo, no te lo puedo decir; pero yo sé esto, que lo que el cielo signifique, ahí es a donde yo pertenezco. Y ahora más que nunca, yo estoy descubriendo que pertenezco allí, y que yo no pertenezco aquí.
LA DIVISIÓN DEL NUEVO NACIMIENTO
Hablo particularmente a los jóvenes cristianos, que esta es la verdadera naturaleza de su nuevo nacimiento. Más y más debe ser así. Y no tengan temor de esto; no se rebelen contra esto; acéptenlo. Es la prueba de algo, de la más grande cosa que Dios esta haciendo en el transcurso de la historia humana; irrumpiendo para hacer esta tremenda diferencia. Es en este campo que el gran Juicio Final se va ha llevar a cabo.
Nosotros tenemos unas figuras mentales sobre el juicio; bueno, no discutiremos acerca de las imágenes materiales de esto. Pero sé que este juicio ya ha comenzado y va prosiguiendo, el fin de este juicio estará aquí: hay quienes pertenecen aquí, hay quienes pertenecen allá, no hay lugar a ningún malentendido respecto de a qué reino pertenece la gente. La gran división ya se ha hecho. El Señor está deseando efectuar esto ahora. Pero qué tragedia para muchos cristianos, y para muchos cristianos jóvenes, tratando de hacer puente en esa brecha –para mantener el status de cosas juntas– en lugar de permitir que la brecha se agrande, mientras que ellos se posicionan en el lado que se está moviendo más y más lejos de un mundo que ha sido juzgado.
EL INHERENTE PODER PARA VENCER
El siguiente aspecto que sobresale de este asunto del nacimiento de Cristo y del nacimiento de los hijos de Dios, es que por medio de este nacimiento nos viene a nosotros un inherente poder y potencia. Ahora, el Señor Jesús dijo: "...confiad; yo he vencido al mundo" (Juan 16:33b). Y Juan dijo: "Porque todo aquello que es nacido de Dios, vence al mundo" (1 Juan 5:4). En Cristo, el hijo de Dios nacido de nuevo, posee una innata virtud y poder con los cuales va a vencer al mundo. Es algo allí en la misma naturaleza de las cosas, en la misma constitución de la nueva vida; está yendo a vencer. Puede haber alguna falla –alguna falla frecuente–; se puede fallar en la batalla; puede haber alguna eventualidad; algún punto oscuro; y sin embargo aún continúa avanzando. Pero la cosa más extraordinaria y la más encantadora es ver cómo esta vida persiste.
Algunas veces me tengo que sonreír. Hay personas que me dicen que van a abandonar todo; no pueden continuar por más tiempo, y se marchan; y tú no los ves por cierto tiempo. Pero ellos vuelven otra vez. Y esto acontece una y cien veces. Cuántas personas me lo han dicho recientemente: "Estoy dejándolo todo; estoy acabado; me voy". Y tanto como ellos sabían, eso era lo que ellos querían decir. Pero no pueden hacerlo; son como la polilla alrededor de la lampara –no pueden mantenerse alejados; siempre regresan, ¡sí, cabizbajos y avergonzados! Tú sabes que si fuera natural no lo harían. Yo no lo haría por salvar mi cara, yo no regresaría de nuevo, para mostrar mi cara una vez más después de aquello. Pero hay otra cosa, otra cosa más, que es más fuerte que nuestra vergüenza, más fuerte que nuestro autoreproche, más fuerte que nuestra propia desesperación, más fuerte que nuestra constante delincuencia. Allí existe una persistencia que nos levanta y nos trae de vuelta. Esta es la historia de la mayoría de los hijos de Dios. "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”.
Esto fue cierto de Jesús. ¿Cómo venció Él? No por medio de fuerza física, no por fuerza de voluntad, no por el poder del cerebro, la mente y los argumentos. Él nunca trajo al mundo bajo Sus pies por estos medios. Por la única fuerza del poder divino, por la clase de hombre que Él era, por la divina naturaleza en Él, Él triunfó. Y así con cada hijo de Dios: en tal menor grado que en Su caso, tal vez; mucho más lento en expresión y manifestación, sin embargo está allí. Cada verdadero hijo de Dios conoce bastante bien que si no hubiera sido por aquella compulsión interior de algo, o de Alguien, no de sí mismos, no hubieran estado donde están hoy, buscando aún las cosas de Dios. ¡No! ¡Es inherente el vencer en aquellos que son nacidos de Dios!
EL INEVITABLE ANTAGONISMO CONTRA EL CIELO>
La siguiente cosa, desde luego es el inevitable antagonismo. No fue mucho tiempo después del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo que esto se produjera. El reino de Satanás sabía quien era Él, sabía lo que Él era. Ese reino tiene muchos instrumentos poderosos y medios a la mano; Herodes fue uno de ellos. No sabemos qué aconteció durante los treinta años de Su infancia y juventud –eso es sobrentendido. No sería sorprendente el que hubiera habido muchos escapes estrechos en aquel entonces. Pero sabemos que, desde el momento de Su caminata desde Su unción en el Jordán, para llevar a cabo esta labor de rescatar "las otras ovejas", para traer a los otros hijos a la gloria, todo el infierno estuvo en Su trayecto. Siempre que Él venía a un lugar, la atmósfera se cargaba de antagonismo. Nosotros tal vez conozcamos algo de estas atmósferas, pero cuán infinitamente peor debió haber sido para nuestro Señor, con Su Espíritu tan sensible, el haber conocido este terrible odio y animosidad de los poderes malignos contra Él, y operando a través de los hombres. Oh, la constante y casi monótona repetición: "... y buscaban destruirle, ... y buscaban destruirle, y buscaban cómo podían destruirlo". Esa fue la atmósfera en la cual Él vivó. ¿Por qué?
Bueno, se puede decir que hubo muchas causas, pero la causa fundamental era esta: Él pertenecía al cielo, y el destino de Aquel y de aquellos que pertenecen al cielo es el de poseer este mundo y gobernarlo por la abolición final de su príncipe y de todo su reino. Y ellos lo saben. Ellos dicen: "Sé quién eres, el Santo de Dios" (Marcos 1:24). Y ellos conocen a cada uno que es santo, en este sentido. Ahí existe un antagonismo inevitable en el reino espiritual. Con frecuencia no se puede remontar a algo físico, material, o a una causa temporal, o a la gente; está justo ahí en el aire. Conocemos algo del antagonismo de orden espiritual que los cristianos hallan en este mundo, sin haberlo provocado deliberadamente, o a sabiendas, o realmente por palabras o acciones. Cuando tú has nacido de nuevo, de una forma u otra la conciencia es revivida de que tú eres como un pájaro moteado, como un hombre o una mujer marcado. Y así Juan dijo acerca de aquellos que han nacido de Dios: "Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él" (1 Juan 3:1b). No nos "conocen". Allí, en esta palabra “conocer”, hay un significado más profundo, que el que aparece a primera vista, saber quiénes somos nosotros. Esto es posible para ubicarnos, para saber lo que somos y de dónde venimos. Para el mundo hay algo acerca de nosotros que es inescrutable y que constituye un antagonismo.
Déjenme apelar una vez más a los cristianos jóvenes. No traten de cortar esta clase de antagonismo. Sean cuidadosos en ofender innecesariamente; traten de "recomendarse a toda conciencia humana delante de Dios" (2 Co. 4:2b); “procurad lo bueno delante de todos los hombres” (Romanos 12:17b); no den la ocasión de ser acusados como cristianos por alguna causa. Pero cuando tú lo hayas hecho todo, no pienses que no te vas a encontrar con este antagonismo. Si tú eres un hijo de Dios, siempre encontraras el antagonismo. Tú no lo puedes evitar. No trates de eliminarlo; debes reconocer que esto es parte del mismo hecho, una evidencia maravillosa de que tú estás en la compañía de Cristo Jesús. El mundo no lo conoció a Él; desde luego que no nos conoce a nosotros.
EL NUEVO NACIMIENTO ES TODO DE GRACIA
En conclusión, pensemos unos minutos en la misma María, porque ella es un ejemplo característico de lo que significa ser un recipiente en el nuevo nacimiento. ¿En quién, en cuál, en qué terreno, el nuevo nacimiento se llevará a cabo? Aquí hay una correspondencia entre el nacimiento del Señor Jesús y el nuevo nacimiento de cada hijo de Dios. Nosotros desde luego tenemos que reconocer la divina soberanía de la elección eterna: "según nos escogió en él antes de la fundación del mundo". Aceptemos, y dejémoslo por el momento. Nosotros hemos venido a tiempo a la operación y actividad de Dios. ¿En qué lugar, en qué tiempo de nuestras vidas nos pasara esto? ¿Hay algunos lugares, ocasiones o circunstancias en las cuales Dios se manifestará de esta manera?
Sí, siempre. Una de los aspectos hermosos de María como característica de un vaso del nuevo nacimiento fue lo que el ángel le dijo a ella: "Salve, muy favorecida". El margen tal vez nos acerque más al verdadero significado: "¡Salve, tú que estás dotada de gracia". Este es el principio de cada nuevo nacimiento –dotado de gracia. Si había una persona en ese pequeño país, en esos días, que era consciente de la superioridad de Dios y de su falta de mérito, era María. "¿Cómo será esto?" Él nunca viene al soberbio, al autosuficiente, al seguro de sí mismo; Él nunca viene a aquellos que no están conscientes que Su venida sería una expresión de gracia infinita. Antes de que esta cosa maravillosa nos ocurra a nosotros, tenemos que, a menudo, ser traídos a ese lugar de nuestra conciencia donde la única palabra apropiada es gracia. Es la gracia de Dios; todo es por gracia. "Tu que estás dotada de gracia”.
Eso es simple, lo sé, pero esto es el principio de la vida cristiana, por este maravilloso milagro de Dios: que debamos ver y estar profundamente impresionados, como ella lo estaba, de su condición totalmente indigna en este asunto; que el factor decisivo no podría nunca ser de nosotros, en nosotros, y en nuestro estado. Es solamente la infinita misericordia de Dios, Su gracia infinita. Este es el espíritu contrito y humilde, y Dios está con él. Pero el nuevo nacimiento es sólo el principio. Esto que viene de Dios y del cielo tiene que crecer y crecer; más y más, tiene que haber un incremento en Él, y todo esto en la misma base –el vaciarnos de nosotros mismos, deponiendo todo nuestro egoísmo para ser camino a la gracia de Dios.
SUMISIÓN Y SENCILLEZ
La siguiente cosa acerca de María es su sencillez y sumisión. Hay allí algo hermoso acerca de su sencillez, ¿no es cierto? A veces nosotros complicamos todas estas cosas. Hacemos la vida cristiana muy complicada, proyectando nuestras mentalidades, nuestros argumentos, nuestras contenciones y nuestras demandas por explicaciones y qué no, y estamos parados en nuestra propia luz mientras lo hacemos. El Señor no puede continuar, con toda esa basura en el camino. Él necesita un corazón como el de María (y yo no estoy erigiendo a María para que sea adorada), un corazón que es simple, que no discute, ni es quejumbroso, ni problemático. Es un corazón abierto, perplejo; esto es cierto; no lo entendiendo pero preguntándose cómo puede ser esto y diciéndoselo. Sin embargo, debido a su sencillez, honestidad, pureza de corazón, ella llegó a esta conclusión: "Hágase conmigo conforme a tu palabra" –sumisión absoluta, inclusive al misterio y a lo que éste envuelve. El problema con la mayoría de nosotros es que somos tan lentos en nuestra sumisión, rendición, en abrir el camino, en dejarlo todo. Nosotros argumentamos; deseamos explicaciones. Nosotros vamos dando vueltas y vueltas en este círculo eterno, sin llegar a ninguna parte, solamente porque no podemos dejar lo nuestro –no dejamos lo nuestro y así volvemos al principio de donde empezamos mil veces. María puso toda su vida en esto: "Hágase conmigo conforme a tu palabra". Y el ángel se fue de su presencia. Eso era para lo cual él estaba trabajando.
Esto involucró a María en sufrimiento inmediato. Y cuarenta días después del nacimiento, Simeón le dijo: "Y una espada traspasará tu misma alma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones" (Lucas 2:35). Yo pienso que aquí hay algo que nos ayuda mucho. Cuando la cruz está en una vida, la gente comienza a desenmascararse a sí mismos; sus pensamientos comienzan a acusar, a ponerles cargos en contra, diciendo: Esto es por esto y esto. Cuando alguien está pasando por tiempos difíciles, pensamientos surgen a la superficie: la gente divulga sus pensamientos y sus sentimientos acerca de la persona concerniente –algunos se compadecen, otros son antagonistas. "Y una espada traspasará tu misma alma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones". Era necesario que los hombres se mostraran, se mostraran tal cual eran en aquel día de la cruz. Los sufrimientos de María fueron parte de esto.
Esto a nosotros nos parecerá algo misterioso. El punto es que esto que le ocurrió a ella, y que nos ocurre a nosotros, nos involucra en sufrimientos. Nos involucra en la ofensa de la cruz, esto nos involucra en tales malos entendidos, aun en mucho ostracismo. El ángel partió de su lado. Ella supo lo que eso significaría entonces. Pero Simeón le dijo más tarde lo que iba a acontecerle, en referencia a este niño. Todo lo que esto significa es: que el ser hijo de Dios no es algo ordinario. Es algo que no es común, algo diferente, que viene de Dios. Es el resultado de la intervención de Dios desde los cielos.
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