por T. Austin-Sparks
Capítulo 5 - La Luz de la Vida
Empecemos leyendo los siguientes pasajes:
Ezequiel 43:2, 4-5, “Y he aquí, la gloria del Dios de Israel venía del camino del oriente, y su voz era como el sonido de muchas aguas, y la tierra brilló con su gloria…Y la gloria de Jehová entró en el templo, por la puerta del este. Y el Espíritu me levantó y me llevó al patio interior, y he aquí, la gloria de Jehová llenó la casa.”
Ezequiel 44:4, “Luego me llevó por el camino de la puerta del norte frente al templo, y miré y he aquí que la gloria de Jehová llenó la casa de Jehová; y caí hasta tocar el suelo con mi frente.”
Ezequiel 47:1, “Y él me llevó de vuelta a la puerta de la casa, y he aquí que por debajo del umbral de la casa salía agua, hacia el este; (pues el frente de la casa estaba hacia el este); y las aguas corrían por debajo, desde el lado derecho de la casa, hacia el sur del altar.”
Juan 1:4, “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”
Juan 8:12, “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Juan 3:3, “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, quien no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”
Juan 9:5, “Cuando estoy en el mundo, soy luz del mundo.”
Juan 12:20-24, “Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”
Juan 12:46, “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.”
2 Corintios 4:4, “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.”
Efesios 1:17-19, “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza.”
¡La luz de la vida! Antes de comenzar con una consideración más detallada acerca de este asunto de la luz de la vida, permítame hacer una pregunta simple pero muy directa. ¿Podemos decir con corazón verdadero que estamos realmente interesados por estar en el propósito de Dios, saber cuál es ese propósito y ser hallados en él? Todo depende si tenemos tal interés. Es una cuestión práctica. Sólo estar interesados en la verdad y en el incremento de nuestro conocimiento o información de las cosas espirituales, debería tornarse inmediatamente claro para nosotros. Conforme miramos en nuestros corazones en este momento (y debemos hacerlo), ¿podemos decir realmente que existe un genuino y fuerte deseo de estar en el gran propósito eterno de Dios? ¿Estamos preparados para comprometernos con el Señor en relación a esto, en un total acuerdo, mediante el cual entendemos con Él, que en la medida que estemos interesados no se detendrá ante nada para asegurarnos en Su propósito eterno, cualquiera que sea el costo?
Como pueblo del Señor, ¿estamos preparados para hacer una pausa, encarar esto y alinearnos con el fin de Dios? Sé que algunos ya están ahí y que no tienen mucha necesidad de ejercitarse al respecto, pero es muy probable que algunos hayan tomado las cosas más o menos por sentadas. Es decir, son cristianos, son creyentes, pertenecen al Señor, son salvos, ponen su fe en Cristo, han estado asociados con instituciones y asuntos cristianos durante mucho tiempo, tal vez incluso desde la infancia, y es a ellos a quienes hago este llamado en principio.
En la Palabra de Dios se utiliza en repetidas ocasiones la frase: “Conforme al propósito eterno, que hizo en Cristo Jesús antes de que el mundo fuera.” ¿Es esto lo que se encuentra principalmente en nuestro horizonte o es algo remoto, oscuro y en el fondo? Hago énfasis en esto, porque tenemos que tener algo sobre lo cual trabajar. Dios debe tener algo sobre lo cual trabajar, y si esa es la disposición, entonces podemos seguir adelante y habrá una entrega de revelación en cuanto al propósito y la forma de este. Pero a menos que tengamos una disposición y una actitud muy positivas al respecto, oiremos un montón de cosas que se han dicho, y solo serán cosas dichas, más o menos de importancia para usted.
El Propósito de Dios
Ahora bien, dado que existe ese interés, al menos en alguna medida y que justifica que continuemos, nos preguntamos: ¿Cuál es el propósito de Dios? ¿Cuál es la finalidad de Dios? De cierta forma podemos decir, que el propósito de Dios es tener un recipiente, en el cual y a través del cual, resplandezca Su gloria sobre este universo. Vemos que esto se dio a entender en el caso de la nueva Jerusalén que descendía del cielo de Dios con la gloria de Dios, con su luz semejante a una piedra preciosísima, como si fuera una piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
“¡Con la gloria de Dios!” Este es el fin que tiene Dios en perspectiva para el pueblo, que sea para Su universo de inteligencia espiritual, y en un sentido espiritual, lo que el sol es para este universo. Que las naciones anden en la luz del mismo, sin necesidad del sol, sin necesidad de la luna, porque no hay noche. Esto es simplemente decir, que Dios quiere tener un pueblo lleno de luz, de “la luz del conocimiento de la gloria de Dios.” Ese es el fin, y Dios empieza a moverse hacia ese fin, inmediatamente después que un hijo Suyo nace de arriba. Dicho nacimiento, nuevo nacimiento de lo alto, es la dispersión de la oscuridad y la irrupción en la luz.
A lo largo de nuestro camino en la escuela de Cristo, el Espíritu Santo se dedica a llevarnos cada vez más a la luz “del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo,” para que en nuestro caso sea cierto, que “la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto.” Muchas personas han pensado, y pensando así se han sentido decepcionadas, que esto significa que todo va a ser más y más fácil, más y más brillante, que a medida que avancemos va a ser más alegre. ¡Pero no funciona de esa manera!
No veo que sea cierto en las circunstancias ni en la condición externa de los santos, en ningún lugar ni en ningún momento. Para ellos el camino no se hace exteriormente más y más brillante. Pero si nosotros realmente nos estamos moviendo bajo el gobierno del Espíritu, podemos decir con la más poderosa afirmación, que de manera interna la luz es cada vez mayor. El camino crece más y más brillante, nosotros vemos y vemos y vemos…hasta que llega el momento en que no hay tiniebla alguna, ni ninguna sombra o bruma, sino que todo es luz, perfecta luz. ¡Este es el propósito de Dios! No vemos por un espejo oscuro, sino cara a cara, incluso, conoceremos como somos conocidos. Este es el propósito de Dios puesto de cierta manera. ¿Le interesa? Es una crisis y un proceso a la vez, con un clímax de glorioso éxtasis. Ahora estoy especialmente interesado en el proceso.
Leemos en Ezequiel acerca de la gloria del Señor que llega y llena toda la casa. Hemos visto en lecciones anteriores que el Señor Jesús es dicha casa. Él es el gran Betel de Dios en quien los ángeles suben y bajan, en quien Dios es hallado, en quien Dios habla (el lugar del oráculo), en quien está la autoridad divina, la última palabra. Él es la Casa y la gloria, y la luz de Dios están en Él.
El Lugar de la Gloria Shekinah
Mirando hacia atrás, hacia el tabernáculo o hacia el templo de la antigüedad donde se hallaba la gloria Shekinah, notamos que esa luz, esa gloria que unía el cielo y la tierra como una escalera, tenía su expresión en el Lugar Santísimo. Usted sabe que en el Lugar Santísimo todo tenía cortinas a su alrededor y estaba completamente cubierto por encima para excluir cualquier poquito de luz natural, para que aparte de la Shekinah, todo dentro del lugar estuviera en total oscuridad, sin luz alguna. Sin embargo, cuando ingresaba la gloria y descansaba sobre el Lugar Santísimo, todo era luz divina, luz celestial, la luz de Dios. Este Lugar Santísimo muestra la vida interior del Señor Jesús, Su Espíritu, donde se halla Dios, la luz que procede del cielo, la luz de lo que es Dios en Él. Su Espíritu es el Lugar Santísimo en la santa Casa de Dios. En ese Lugar Santísimo es donde estaba la luz de la gloria, donde Dios dijo que hablaría con Su pueblo a través de su representante. “Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio…”
“Y de allí me declararé, y hablaré contigo.” ¡Qué hermosas palabras, “declararé… hablaré”! No hay nada difícil, nada terrible, nada que cause temor al respecto. “Y de allí me declararé, y hablaré contigo.” Es el lugar donde Dios habla; en la comunión Dios habla y se da a conocer. Se llama el lugar del oráculo, el Propiciatorio, el “asiento de misericordia” y el Señor Jesús es todo esto. Se nos dice que Él ha sido puesto por Dios para ser el propiciatorio (Romanos 3:25) y para hablar con su pueblo en Él.
Sin embargo, el énfasis debe estar en las palabras “en Él,” porque no hay comunión con Dios ni hay comunión de Dios, no hay conversación qué oír ni ninguna reunión, salvo en Cristo, de lo contrario, ese sería un lugar de muerte y destrucción para el hombre natural. De ahí las terribles advertencias dadas sobre entrar a ese lugar sin el equipo adecuado, el equipo simbólico con el cual se dice que el hombre natural está totalmente cubierto y que otro Hombre celestial lo envuelve con ropas celestiales, con mantos de justicia. Sólo así se atreve a entrar en este lugar “para que no muera.”
Si usted desea saber cómo funciona esto exactamente, vaya al Nuevo Testamento y tome la historia del viaje de Saulo de Tarso a Damasco. Él dice: “Al mediodía, oh rey, vi en el camino una luz del cielo, por encima del brillo del sol... Y cuando caímos todos nosotros por tierra, oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Usted recordará la forma como lo recogieron y lo llevaron a la ciudad, porque se había quedado ciego. Por la misericordia de Dios estuvo sin vista sólo tres días y tres noches. Luego Dios comisionó a Ananías para que visitara a este hombre ciego, a quien le dijo: “Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que puedas recibir la vista.” De otra manera, Saulo de Tarso habría sido un hombre ciego hasta el final de su vida. Ese es el efecto en un hombre natural que se encuentra con la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. ¡Destrucción! En presencia de esa luz no hay lugar para el hombre natural, sería la muerte. Pero en Juan 8 tenemos las palabras “la luz de la vida,” en contraste con la oscuridad de la muerte. En Jesucristo el hombre natural es considerado totalmente dejado de lado; no hay lugar para él allí.
No Hay Lugar Para el Hombre Natural
Esto significa que el hombre natural no puede entrar en la luz, no puede entrar en el gran propósito de Dios, ni ser hallado en esa Casa llena de Su gloria, ni ser la vasija a través de la cual Él va a manifestar esa gloria a Su universo. El hombre natural no puede entrar allí, y cuando hablamos del hombre natural, no nos referimos sólo al hombre no salvo, al que nunca ha llegado al Señor Jesús, hablamos también del hombre a quien Dios ha considerado completamente dejado de lado.
El apóstol Pablo tuvo que hablarles a los creyentes de Corinto al respecto. Ellos eran personas convertidas, personas salvas, pero estaban enamorados de la sabiduría y del poder de este mundo. Es decir, estaban enamorados de la sabiduría natural, del conocimiento y de la fuerza que viene de ello. De ahí, que su disposición o inclinación fuera tratar de apoderarse de las cosas divinas analizándolas, investigándolas y sondeándolas con base en la sabiduría y entendimiento natural, con base en la filosofía de este mundo. Estaban trayendo al hombre natural y relacionándolo con las cosas divinas, por eso el apóstol les escribió y en su propio lenguaje les dijo: “Pero el hombre natural (no el hombre no regenerado, no el hombre que nunca ha tenido una relación con el Señor Jesús sobre la base de su obra redentora de salvación; no, no este hombre) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.”
El hombre de la “mente” es el hombre natural. La más nueva de nuestras ciencias es la psicología, la ciencia del alma. ¿Qué es la psicología? Tiene que ver con la mente del hombre, es la ciencia de la mente del hombre y a continuación la palabra (estoy parafraseándolo pero es exactamente lo que significa): “La ciencia de la mente no puede recibir las cosas del Espíritu de Dios, ni tampoco puede conocerlas.” Este hombre es muy inteligente, muy intelectual, altamente capacitado, con todos sus sentidos naturales llevados a un estado elevado de desarrollo y agudeza, y sin embargo, queda fuera cuando trata de conocer las cosas de Dios. ¡No puede, queda fuera!
Para un primer destello del conocimiento de Dios tiene que producirse un milagro, mediante el cual los ciegos que nunca han visto reciban la vista y la luz entre en forma de un destello de revelación, de modo que se pueda decir: “Bienaventurado eres… porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” ¡Esto declara un tremendo hecho! Cada poquito de luz verdadera que está en dirección de ese resplandor final, la revelación de la gloria de Dios en nosotros y a través de nosotros, es en Cristo Jesús. Sólo se puede tener en Él sobre la base de que el hombre natural ha sido completamente quitado, repudiado, y un nuevo hombre ha sido traído a la existencia con un nuevo conjunto de facultades espirituales. Como se le dijo a Nicodemo, el mejor producto de la escuela religiosa de su época y de su mundo: “Si no naces de nuevo (o de lo alto), no puedes ver…”
Bueno, todo se resuelve en esto, que incluso para conocer las primeras letras del alfabeto divino debemos estar en Cristo, y que cada poquito de luz que sigue es cuestión de aprender a Cristo, conociendo lo que significa estar en Cristo.
Cómo Conseguimos la Luz de la Vida
a) La Crisis
Eso nos lleva a la siguiente pregunta. ¿Cuál es el camino a Cristo o cómo se obtiene la luz de la vida? La respuesta es breve. Para tener la luz tenemos que tener la vida. Esta luz es la luz de la vida. Es el producto de la vida. Toda luz divina, luz verdadera de Dios, es luz viva. Nunca es luz teórica o mera luz doctrinal, es luz viva. Y ¿cómo se obtiene la luz de la vida?
Tenemos estas dos cosas en el Evangelio de Juan, a saber, Cristo en nosotros y nosotros en Cristo. ¿Qué es estar en Cristo? ¿Qué es tener a Cristo en nosotros? ¿Qué es estar en la vida y en la luz? ¿Qué es tener la vida y la luz en nosotros? El Señor nos ha dado una hermosa ilustración de lo que significa eso y la leemos en el capítulo 12. Hay vida en el grano de trigo, pero es un solo grano, y quiero meter esa vida que está en ese único grano en un montón de granos, suficientes granos para cubrir la tierra. ¿Cómo lo haré?
Bueno, el Señor dice que lo ponga en la tierra: “Déjalo caer en la tierra y que muera. Déjalo caer en la tierra oscura y deja que la tierra lo cubra.” Y luego ¿qué sucede? Inmediatamente comienza a desintegrarse, a deshacerse, a ceder en cuanto a su propia vida individual y personal. Pronto un brote comienza a abrirse paso en la tierra y surge un tallo, y finalmente hay una espiga, una pesada espiga de granos de trigo. Si yo pudiera ver la vida y mirar dentro de esos granos de trigo, vería que la vida que estaba en aquel único grano ahora está en cada uno de ellos. Luego, siembro ese puñado de granos de la espiga, cien granos, por ejemplo, y obtengo diez mil. Los siembro de nuevo, se multiplican por cien...y así sucesivamente hasta que la tierra se llena. Si pudiera mirar con una lupa dentro de cada uno de esos millones y millones de granos, y la vida fuera visible al ojo, vería que la vida original es la misma vida que está en cada uno de ellos. ¡Esta es la respuesta!
¿Cómo entra esta vida en nosotros, cómo entra la luz de la vida? El Señor Jesús dice que debe ocurrir una muerte, la muerte a lo que somos en nosotros mismos, la muerte a nuestra propia vida, la muerte a una vida separada de Él. Nosotros tenemos que bajar con Él a la muerte, y allí bajo la acción del Espíritu de Dios en unión con Cristo sepultado, se produce la transmisión de Su vida a nosotros. Luego Él, ya no como un único grano de trigo, se levanta multiplicado en cada uno de nosotros. Este es el milagro que ocurre cada año en el ámbito natural, y es exactamente el mismo principio mediante el cual el Señor entra en nosotros. Usted ve la necesidad de que dejemos de tener una vida aparte del Señor, la necesidad de dejar ir totalmente esta vida nuestra. En un principio esto es una crisis, una verdadera crisis. ¡Tarde o temprano tiene que haber una crisis!
Algunos podrían decir: “Yo no he tenido esa crisis, hacerme cristiano fue algo muy, muy simple para mí. En un momento dado sólo expresé mi fe personal en el Señor Jesús y desde ese momento le pertenezco a Él. ¡Yo soy cristiano!” ¿Continua usted en la creciente plenitud de la revelación del Señor Jesús? ¿Lo está? ¿Tiene usted un cielo abierto? ¿Está revelándosele Dios a usted en Cristo con mayor asombro y plenitud cada vez? ¿Está Él haciéndolo? No estoy diciendo que usted no le pertenezca al Señor Jesús, le estoy diciendo que la base inalterable de un cielo abierto es una tumba y una crisis en la cual usted llega al final de su propia vida. La crisis que se produce al experimentar la verdadera identificación con Cristo en Su muerte, no por sus pecados, sino como usted. Su cielo abierto depende de esto. Es una crisis y ha sido el camino, no de uno ni de dos, sino de muchos.
La verdad es esta, ellos son hijos del Señor, conocen a Cristo, son salvos y no tienen ninguna duda al respecto, pero llega el momento en el que el Señor, la Luz de la Vida, les muestra que Él no sólo ha muerto para llevar sus pecados en Su cuerpo sobre el madero, sino que también los ha representado en la totalidad de su vida natural a fin de dejarla de lado. Fue el hombre y no sólo sus pecados el que fue a la cruz; ese hombre es usted, ese hombre soy yo. Después de años de ser cristianos muchos han llegado a esta tremenda crisis de identificación con Cristo; hombres, mujeres, miembros de la raza humana, no sólo como pecadores, sino como parte de la raza. Hombres naturales, no los no regenerados, sino los hombres naturales, todo lo que somos en nuestra vida natural. Muchos han llegado a esta crisis y desde ese momento todo ha sido, en una más amplia escala, como nunca antes en la vida cristiana. Ha sido el cielo abierto, la visión ampliada, la luz de la vida de manera mucho mayor.
¿Cómo se produce? Así de sencillo y esta crisis es una crisis para todos nosotros. Si usted no ha tenido esta crisis pídale al Señor al respecto. Le hago notar que si usted va a tener ese trato con el Señor, usted está pidiendo algo serio, está buscando problemas, porque como lo dije antes, este hombre natural es duro de matar, se aferra con tenacidad, no le gusta hacerse a un lado. Mire el grano de trigo cuando cae en la tierra, vea lo que le sucede. ¿Cree que es agradable? ¿Qué está sucediendo? Está perdiendo su propia identidad, no se puede reconocer. Sáquelo y mírelo. ¿Es esto aquel pequeño y encantador grano de trigo que se puso en la tierra? ¡Qué cosa más fea en la que se ha convertido! Ha perdido su propia identidad, su propia cohesión, esta cayéndose a pedazos. ¡Qué feo!
Sí, eso es lo que hace la muerte. Esta muerte de Cristo, según se forma en nosotros, rompe nuestra propia vida natural, la esparce, tira de ella en pedazos, destruye toda su belleza. Empezamos a descubrir, que después de todo, no hay nada en nosotros sino corrupción. ¡Es la verdad! Al desmoronarnos perdemos toda la belleza que estaba allí, por lo menos, desde la perspectiva natural o como los hombres la veían. No es agradable caer en tierra y morir. “Pero si muere...” (“Si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”), compartiremos Su vida, tomaremos otra vida. Luego, una nueva forma es dada, una nueva vida, no la nuestra, sino la de Él. ¡Es una crisis!
Yo le insto a tratar verdaderamente con el Señor sobre este asunto. Si lo hace, espere lo que le he dicho. Espere caer a pedazos, espere que la belleza que creía tener será por completo estropeada, espere descubrir que es mucho más corrupto de lo que pensaba que era, espere que el Señor le llevará a un lugar donde clamará: “¡¡Ay de mí que soy muerto!!” Pero luego, vendrá la bendición, la bendición que dice: “¡Oh Señor, lo mejor que me puede suceder es morir!” Y el Señor dirá: “Eso es exactamente en lo que he estado trabajando, yo no podía glorificar esa corrupción.” “Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción.” Dicha incorrupción es el germen de la vida divina en la Semilla que da Su propia vida y que es transmitido desde Él. Dios no va a glorificar esta humanidad, nos va a hacer como el cuerpo glorioso de Cristo. Esto es demasiado profundo y demasiado avanzado, pero el punto es, que tiene que ocurrir esta crisis si estamos llegando a la gloria, al objetivo final de Dios.
b) El Proceso
Luego va a haber un proceso. El Señor Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame.” Al decir esto no estaba equivocado en principio. Es cierto que cuando decimos: “¡Señor yo acepto de una vez por todas lo que significa la Cruz!,” la cruz es algo celebrado de una vez por todas. Pero después de la crisis, la crisis que lo incluye todo, vamos a ver que tenemos que seguir la cruz día tras día y que la cruz obra en las aflicciones y sufrimientos que el Señor permite que vengan sobre Su pueblo. En Su soberanía Él lo ha puesto a usted en una situación difícil, problemas del hogar, problemas de negocios, estado físico, una situación difícil con alguna relación…Amado, ésa es la manifestación externa de la cruz en su experiencia, que tiene la intención de abrirle camino al Señor Jesús para que tenga un lugar más grande. Va a abrirle camino a Su paciencia, a la entereza de Cristo, al amor de Cristo. Va a abrirle un camino a Él. Por su parte, usted no tendrá que ir de rodillas todas las mañanas y decirle: “¡Señor, sácame de esta casa, sácame de este negocio, sácame de esta dificultad!” Va a decirle: “Señor, si esta es la expresión de la cruz para mí hoy, la tomo.”
Al enfrentar una situación así, usted encontrará que hay fuerza, victoria, cooperación del Señor, que hay fruto en lugar de esterilidad. Es en este sentido que el Señor estaba en lo cierto, en principio, al hacer de la cruz una experiencia cotidiana. “Todo aquel que no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (uno de mis aprendices, alguien que me aprende a mí). De modo que, aceptar esa dificultad, cualquiera que sea, día tras día, es la manera en que aprendemos a Cristo. También es el proceso de la luz, de la luz de la vida, de llegar a conocer, de llegar a ver, de llegar a la plenitud. Usted y yo nunca podremos ver ni conocer separados de la cruz. La cruz tiene que limpiar el terreno de esta vida natural. El Señor sabe lo que haríamos si Él alejara de nosotros la cruz cada día. ¡Me pregunto qué haríamos!
Hablar de nuestra cruz diaria, de llevar mi cruz de cada día, no puede ser sólo fraseología del Nuevo Testamento o sólo una manera de decirlo, el principio debe ser más real, es la cruz que se le da a Él y que se convierte en la mía a diario. Esto debe ser real, solamente funciona de esa manera. Si el Señor levantara y quitara de nuestros hombros lo que es la expresión de la cruz para nosotros día a día, no sería para nuestro bien, sería inmediatamente despejar el camino para el levantamiento de la vida natural. Usted puede verlo cuando la gente empieza a tener un poco de alivio de sus pruebas. Cómo “se dan aires.” Se ponen sobre pedestales y miran con desprecio. Usted está equivocado, ellos en lo correcto. El orgullo, la autosuficiencia, ¡todo aumenta!
Entonces, ¿qué de Pablo? Admiro a Pablo como un gigante, espiritualmente hablando. Al lado de ese hombre somos espiritualmente marionetas, y sin embargo, Pablo, que era un gigante espiritual, confesó con humildad que el Señor le había enviado un mensajero de Satanás para abofetearlo, un aguijón en su carne para que no se enalteciera sobremanera. Sí, los gigantes espirituales pueden exaltarse a sí mismos si el Señor no lo ve y toma precauciones. Entonces, a fin de conservar el camino de esa gran revelación abierto, despejado y en continuo crecimiento, el Señor le dijo: “Pablo, tengo que mantenerte muy abajo, tengo que mantenerte bajo muchas limitaciones, es el único camino, porque en el momento en que empieces a elevarte, vas a limitar la luz, vas a echar a perder la revelación.”
Bueno, está el principio. La luz de la vida. Es Su vida. El apóstol dice: “Siempre llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que así también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.” Su vida es lo que necesitamos y con la vida viene la luz. Es luz por medio de vida. No hay otra luz real, sólo lo que sale de Él dentro de nosotros, y Su muerte forjada en nosotros es la que despeja el camino para su Vida.
Debo ir concluyendo aquí. De nuevo, el fin de Dios, la luz, la gloria, la plenitud es en Cristo. La medida de luz, la medida de gloria será la medida de Cristo, y la medida de Cristo dependerá por completo del espacio que encuentre para Él en nosotros. Para abrirle espacio a Él, debemos llegar al lugar donde ha sido lograda la anulación total de la vida del yo, y eso toma toda una vida.
¡Bendito sea Dios! Hay un clímax glorioso cuando Él viene para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creen. ¡Admirado! ¡Glorificado! ¡Ojalá que algo de la luz de la gloria caiga sobre nuestros corazones, nos aliente, nos consuele en el camino y fortalezca nuestros corazones para seguir en el conocimiento de Su Hijo por amor de Su Nombre!
Preservando los deseos de T. Austin-Sparks con respecto a que se debe entregar libremente lo que libremente se ha recibido, estos escritos no tienen derechos de autor. Por lo tanto, estás en libertad de utilizar estos escritos según seas conducido a hacerlo. Sin embargo, si eliges compartir los escritos de este sito con otros, te pedimos que, por favor, los ofrezcas libremente: Sin costo alguno, sin pedir nada a cambio y enteramente libres de derechos de autor y con esta declaración incluida.